martes, 7 de diciembre de 2010

Solo faltaron 3, de Ruben Uría

Antes de que el Barcelona ofreciera a los aficionados una de las más bellas páginas que la historia del fútbol recuerda, tuve a bien escribir que las palabras de Cristiano Ronaldo en la previa tendrían consecuencias. Bueno, pues las han tenido. Y menudas consecuencias. El Madrid ha sido reducido a cenizas con tanta facilidad que, de aquel presunto equipo sólido y férreo, ha pasado a ser un muñeco de trapo y un pelele en manos del Barça. En su día ya advertí, ganándome críticas y algún que otro insulto, que quien olvida la historia, está condenado a repetirla. Hice un ejercicio de memoria, la inteligencia de los tontos, intentando dejar claro que lanzar desafíos en caliente y mofarse de resultados casi imposibles era una invitación a la cólera del rival. Dicho y hecho; el Barcelona, el mejor Barcelona de sus más de cien años de historia, salió enfadado al Camp Nou y engullió al Madrid con un torbellino de fútbol memorable.




 Antes del choque pronostiqué que adelantar los triunfos es el mejor modo de asegurar los fracasos. Cristiano Ronaldo retó al mejor equipo del mundo: "A ver si nos meten ocho". Y el Barcelona, sin una mala palabra pero con grandes acciones, le metió al Madrid cinco. Y, cosas de la vida, pudieron ser esos ocho que pedía a gritos el portugués. El presunto choque de trenes acabó en una masacre, donde los de blanco eran madres ursulinas y los de blaugrana, aviones. El 5-0 final, la manita, una humillación en toda regla, se quedó corto. El Madrid, un equipo - es un eufemismo lo de equipo- menguante y plagado de actitudes bobaliconas, se rindió desde el minuto uno. Sin el espíritu de Raúl en el campo - un señor que tenía sangre en el ojo y sabía qué significaba el Madrid-, la tropa de Mourinho deambuló como un ejército de muertos vivientes. De hecho, el Madrid fue sólo Cristiano y diez zombis. Porque, digámoslo claro, CR7 se entregó, dejó lo que tenía en el campo y demostró que el resto del equipo aún tiene que comer muchos cocidos para llegar a su nivel de intensidad y de patología ganadora. De su educación, dicho sea de paso, no se puede decir lo mismo que de su entrega.

Por cierto, Mourinho, el que se autodefine como "The Special One" y como el mejor entrenador del mundo, apenas fue capaz de salir del banquillo para parar el tsunami fubtolístico que pasó por encima a su equipo. Conclusión: No hay debate. El de los números, el del resultado, el de las fanfarronadas, el de la pegada, el del fútbol directo, el del balance defensivo, ha quedado en evidencia. El Madrid ha sido puesto a proa por un Barcelona que agota los adejetivos calificativos y los niveles de belleza alcanzados con la pelota. El Madrid, que llegaba maquillado y guapo al Camp Nou, ha salido con el rímel corrido y con un ojo a la funerala de un estadio que, lejos de ser el "Camp Mou", ha acabado siendo un clamor contra el portugués, para exigirle que se marchara al teatro. El repaso, tan sideral como histórico, quedará para los anales de la historia. La culpa, por supuesto, seguirá siendo de Pellegrini. Cabe recordar en este punto que su Madrid, en medio de la guerra de Vietnam que es jugar con el Barça en el Camp Nou, sí fue capaz de dominar el partido y de poner un nudo en la garganta de los culés. El Madrid actual, el de Mou, no. Porque, al final del camino, 400 millones de euros después, el Madrid vuelve al kilómetro cero de su realidad: No está a la altura del Barcelona.

Lo más divertido del asunto va a ser el ejercicio de ver cómo la prensa Lewinsky, que se traga sin pestañear las eyaculaciones precoces del club al que publicitan y por el que se prostituyen en aras de la audiencia, realiza su enésimo golpe de teatro para tapar las vergüenzas del Madrid, un club histórico al que ellos mismos han convertido en una sociedad histérica. Han tapado que el Madrid sólo es una huída hacia adelante. Han soterrado que su modelo de club esté a años luz del Barça. Han solapado que sus jugadores no son los mejores del mundo, ni en fútbol ni en entrega.Y por supuesto, se han inclinado para practicar las más inmundas felaciones a un tipo que es un gran entrenador, pero que cuando pierde no da la mano y destroza, día sí y día también, la imagen del Madrid. La mayor de las mentiras, la que todos los esfuerzos del periodismo y los corifeos blancos, ha quedado desnuda esta noche. No cuenta que el Madrid doble los ingresos del Milán, triplique los del Inter, los del Marsella o los del Newcastle. No cuenta que cobre 100 millones más por televisión que el Sevilla, el Atlético o el Valencia. Ni siquiera que, entre Mou y el resto de campañas orquestadas, se trate de camuflar la realidad. No amigos, porque la pelota no miente. El balón tiene dueño y ese es el Barcelona. Un equipo que es, a nivel de armonía y sobre todo, de continuidad en lo estético, el mejor equipo de la historia del deporte.

Y a pesar de que el Madrid siga comprando Balones de Oro antes de fabricarlo, a pesar de que premie el "todo vale" antes de la ética y la moral, a pesar de que gane los partidos en los periódicos antes siquiera de jugarlos, la gran verdad es que apenas llega a mera comparsa del mejor Barça de la historia. Hace al menos dos temporadas que uno, que no es madridista pero sí tiene conciencia, criterio y ojos, demanda una profunda reflexión y un proceso de catársis en el madridismo. Pero como el modelo es olvidar las raíces, fichar por fichar, dilapidar créditos financieros y contratar mercenarios, el Madrid está abocado a un proceso de autodestrucción permanente. Cuanto más le suben sus periodistas de cámara, más dura es su caída. Tiene, futbolísticamente, lo que se merece. Ni más, ni menos. Si algún día este Madrid hace propósito de enmienda y aplica dos palabras a su diccionario, humildad y cantera, encontrará revancha. De lo contrario, está condenado a vagar, errante entre sus millones de euros y sus torres de Babel, a ser el eterno Poulidor del fútbol mundial.

La leyenda habla del Madrid de Di Stéfano y este Barça, a nivel de belleza y sincronía, se acerca. La gente habla del Brasil de los setenta, con Pelé, Tostao y Rivelino, pero este Barça es más. La gente habla de la Francia de la órdiga y de Platini, pero este Barça es más. La gente habla del "Dream Team", pero este Barça es más. Y la gente que habla del Madrid de La Quinta, ve a los jugadores que hoy visten la camiseta del Madrid y entienden que esos genes se han trocado azulgranas. Mañana, pasado mañana, dentro de un par de días o al calor de un part de resultados, alguien con intereses bastardos les intenterá convencer de que todo es producto de su imaginación, de que este Madrid es la quintaesencia del fútbol y de que Mourinho inventó el fútbol porque todos los hijos de Dios quieren que se juegue una Mou-Liga, con Mou-equipos y Mou-comparsas. Entonces, porque eso ocurrirá como tantas otras veces, los que no somos madridistas pero sí vivimos la cultura del Madrid añejo, elevaremos la voz para volver a prevenir de que este no es el Madrid, porque alguien se ha empeñado en cambiarlo por un sucedáneo, cutre y casposo, de unos señores sin códigos, valores y respeto a una camiseta legendaria. Hasta entonces, algunos seguirán haciendo negocio a la hora de intentar confundir los deseos de los madridistas con la realidad. Algunos intentarán seguir "vendiendo" milongas de tres al cuarto para vender periódicos como rosquillas. Gritarán "Villarato". Luegol gritarán "canguelo". Incluso hablarán de "chorreo". Pero la realidad es bien distinta.

La realidad es que existe un equipo, el Barça, que de la mano de Guardiola ha alcanzado aquella cacareada excelencia - dentro y fuera del campo- que antes representaba el Madrid. La hegomía del Barça, según muchos profetas, era conyuntural. Pero lo cierto y verdad es que la pelota, la única que jamás se cansa, no miente. Algunos estaban trempantes pensando en la posibilidad de ver cómo Guardiola se ponía nervioso con ese anticristo prefabricado que ha resultado ser Mourinho. La realidad es tozuda: Ha ocurrido todo lo contrario. El Barça, en uno de los mejores partidos de toda s historia, ha vuelto a demostrar que es una sinfonía melódica, la mejor banda sonora posible de un deporte llamado fútbol y que se juega con una sola pelota, la que siempre tiene el equipo azulgrana. El mejor equipo de la historia del fútbol, con diferencia, es este Barça. Un conjunto de marcianos, de tíos que parecen vllegados de otro planeta, que hacen lo que les da la gana con el esférico en sus pies. Xavi, Iniesta, Messi, Pedrito, Alves, Piqué y compañía son poesía en movimiento. El Madrid, vivir para ver sobre todo si uno mira la cuenta bancaria, sólo fue un pelele a pies del mejor equipo de la historia del fútbol. Cristiano desafió al Barcelona a que le metiera ocho al Madrid. Sólo faltaron tres.

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