jueves, 28 de mayo de 2009

Un día para el recuerdo...

Cuenta la leyenda que los gemelos "Rómulo y Remo", hijos de Marte y de Eneas, fueron abandonados al nacer, a orillas del "río Tíber". Afortunadamente, una loba llamada Luperca se encargó de amamantarlos y los bebés crecieron sanos. Al tiempo, siendo adultos, dice el mito que Rómulo mató a su hermano Remo y fundó Roma. Hoy en día, el símbolo de la ciudad imperial sigue siendo la loba y los dos niños.
Ayer un imperio llegaba a Roma, para mostrar al mundo su fortaleza, su corazón y su valentía. Dos hermanos "Lionel y Andrés", hijos del Barça y del fútbol, fueron abandonados a las puertas de "La Masía". Afortunadamente, un lobo llamado Guardiola, se encargó de cuidarlos y enseñarles el camino de la gloria. Al tiempo, siendo adultos, dice el mito que Lionel se unió a su hermano Andrés para conquistar Roma, hacer historia y cambiar la leyenda. Hoy en día, el símbolo de la ciudad imperial es el lobo y los dos niños...



Se acercaba el momento y no faltaba nadie, la inquietud, el nerviosismo y la excitación estaban presentes. El miedo observaba, la felicidad esperaba impaciente. La tristeza reservaba su lugar en el espectáculo. La pasión y la fuerza combatían en las gradas, y la humildad y la arrogancia discutian en el campo. Nadie se lo quería perder, sólo el sol se escondía, supongo que para dejar brillar a las estrellas, a las de arriba y a las de abajo. Todo preparado, Roma recibe a los gladiadores. Comienza la batalla.

Pronto los guerreros vestidos de blanco ejercieron su dominio y golpeaban primero, pero rapidamente el combate cambió de dueño, los verdaderos reyes de Europa y del futbol demostraban porque eran los mejores. La clase y la calidad eran sus armas, y el equilibrio y el trabajo sus escudos. La primera lanza de Samuel, dejó herido a su enemigo. Que veía impotente como estaba siendo superado. Pero al igual que en la antigua Roma, tan solo el emperador tenía el derecho de perdonar o condenar a muerte, así que el nuevo emperador, Messi, apareció para acabar condenando cualquier esperanza inglesa.

El vencido pedía clemencia y no ofrecía resistencia, afrontaba su muerte y cedía su trono con dignidad, aunque con rabia y con dolor. El combate terminaba y todo el mundo se ponía en pie para aclamar a los nuevos reyes y a su nuevo emperador. Triple corona que refleja el final de una temporada brillante, pero el principio de una era colosal. Pasarán los años pero lo vivido ayer, siempre quedará grabado en nuestros corazones. Y aunque no somos conscientes del todo, y no hemos llegado a comprender aún, la magnitud de la hazaña, os aseguro que sin duda, es y será, un orgullo y un honor, poder contar y poder decir, "YO VIVÍ LA FINAL DE ROMA"...

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